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Carlos Bilardo, el primer trabajador del fútbol: 6 historias alocadas de su obsesión 24/7 por la pelota

Carlos Bilardo
El Doctor, con la copa del «affaire Gatoreit», en su última etapa como DT en Estudiantes (Foto NA: DANIEL VIDES) (DANIEL VIDES/)

Argentina ya había saboreado el hito del Mundial de 1986, se preparaba para nuevos desafíos. Oscar Ruggeri volvía de una lesión y Carlos Bilardo necesitaba saber cómo se sentía. Cualquier otro entrenador lo llamaría por teléfono y confiaría en su palabra. Pero el Doctor no es cualquier entrenador. “Venite para casa, traete ropa para cambiarte”, le dijo. Y el Cabezón ya sabía lo que podía pasar… Todos sus temores se corporizaron. El mítico director técnico lo llevó a la Plaza Flores; sí, sobre Avenida Rivadavia, frente a la Iglesia en la que supo oficiar misa el Papa Francisco, entre los árboles y los juegos de niños; a metros de la estación del tren Sarmiento. “Y me hizo correr ahí, en medio de la gente”, supo contar el ex defensor. No fue la única actividad que le encomendó…

Mientras entraba en calor, el Narigón vio a un grupo de chicos jugando un picado. Se les acercó y les pidió que un equipo jugara con camiseta y el otro se la quitara. “No me hagas jugar con los nenes de diez años, Carlos. Me llegan a la cintura”, le suplicó Ruggeri. “Ya les dije”, recibió como respuesta. “Me dolía la pierna y quería saber si podía patear. ‘Probalo al arquerito, yo ya le avisé’, me decía”, describió el hoy panelista aquella escena tragicómica.

Se trata apenas de un botón de muestra de la obsesión por el detalle de Carlos Salvador, que trasladó a todos los ámbitos. En este 1° de mayo, tal vez, aún con sus bemoles, representa al trabajador dentro del ámbito del fútbol como pocos. O como nadie. 24/7 sin reclamos, aunque en algún momento se haya lamentado evocando la canción “Me olvidé de vivir”, de Julio Iglesias. Aquí, historias que hablan de su contracción al trabajo a niveles insospechados.

EL TERROR DE LOS VIDEOS

“Cuando estábamos en Ezeiza lo odiábamos. Llegábamos a las 8 de la mañana y largábamos a correr desde el vestuario sin elongar. Lo puteábamos porque después comíamos, dormíamos un ratito la siesta y te levantaba otra vez, y otra vez. Táctico cinco horas parado en la cancha; y era táctico, solamente un movimiento de un delantero. Yo, central, tenía que estar así parado mirando, no me podía poner las manos al costado, me tiraba la pelota para atrás a ver si anticipaba al 9. Si no lo anticipábamos, a las 3 de la mañana nos íbamos de la cancha”, supo contar el mismo Ruggeri.

Salíamos de ahí, nos íbamos al hotel a ver videos de partidos de África o Asia malísimos, en los que había un error. Por ahí pasaba en los primeros tres minutos, pero nos quedábamos los 90 minutos si no lo descubríamos. ¿Sabés por qué era eso? Porque terminábamos nosotros diciendo ‘los defensores siéntense todos juntos, los del medio todos juntos y los delanteros todos juntos. Los defensores miren todo lo que pasa en la defensa, porque por ahí cerró mal un tipo’”.

El Doctor, junto a ruggeri, en el predio de la selección argentina en Ezeiza (Foto NA: HUGO RAMOS)
El Doctor, junto a ruggeri, en el predio de la selección argentina en Ezeiza (Foto NA: HUGO RAMOS)

EL PIZARRÓN EN LA PARED DE LA AUTOPISTA

Previa del Mundial de 1986: Carlos Bilardo necesitaba convencer a Jorge Olarticoechea de que regresara a la Selección, de la que se había marchado distanciado del DT. Entonces, le pidió reunirse tras un partido de Boca. El Vasco le advirtió que se marchaba con su familia a su Saladillo natal, pero el Narigón no se amilanó ante la negativa. Puso un punto de encuentro en la Autopista 25 de Mayo. “Encontró un ladrillo, fue a una pared en una casa y dibujó la charla técnica. Me explicó que quería que volviera a la Selección como marcador volante, la gente que pasaba lo miraba a Bilardo haciendo rayas en la pared. No lo podían creer”, recordó con una sonrisa. ”En su momento me enojé con él, pero después volví. Siempre fue con mucho respeto de los dos lados, no nos quedaron resabios. Bilardo fue muy especial para nosotros, a pesar de que nos hacía correr mucho y entrenar cuando no estábamos acostumbrados”, completó.

LA RAVE DE DJ BILARDO

Los Auténticos Decadentes, Bersuit Vergarabat, La Mosca, Banda XXI. Bilardo manejaba los ejercicios tácticos y también la bandeja del DJ, multifacético. En Estudiantes, Carlos Salvador patentó las “maratones musicales de entrenamiento”. Prácticas que duraban entre siete y 11 horas, algunas más numerosas y otras menos; con trabajos más específicos o generales. Y, de fondo, la música, alegre, motivante, con playlist a elección de un bailarín experto que hasta supo mostrar sus bondades en los carnavales. ”La música es para romper la monotonía en el Country y motivar un poco a los jugadores”, señaló sobre su peculiar método. La más extensa de sus maratones comenzó a las 9 de la mañana y finalizó pasadas las 20. Cada futbolista atravesó 10 ensayos a lo largo de aquella agotadora jornada. “No te podés cansar, porque hacés lo que te gusta”, argumentó el Narigón, bajándole línea a su tropa.

DE NOCHE SE ENTRENA MEJOR

La anécdota ocurrió en Estudiantes, pertenece a Gonzalo Klusener y la contó en una entrevista con La Voz del Interior. “Cuando volvimos de una pretemporada en Mar del Plata, Bilardo estaba desesperado pidiendo delanteros y no se los traían. Un jueves, después de un doble turno en el que terminamos fusilados, me dijo: ‘Ruso, hoy a las 22.30, ya cenados, tienen que estar acá con Eloy (Colombano) y (Dante) Senger’. Así que como a las 19, después del entrenamiento, nos fuimos a la pensión y a eso de las 22.20 nos volvieron a llevar a la cancha. Nos preguntábamos con qué nos saldría éste (por Bilardo). Llegamos a la puerta de la concentración y al ratito cayeron en un par de autos Bilardo, Brown, Lemme y el preparador físico”, prologó la historia.”’Vengan, entren. Vamos a ver por la tele el partido entre River y Racing’”, nos dijo. Ese día jugaba la Gata (Gastón) Fernández, que había pasado de River a Racing, e hizo un gol. En el primer tiempo nos fue marcando los movimientos de los delanteros y, cuando llegó el entretiempo, nos indicó que nos fuéramos a cambiar al vestuario. No entendíamos nada. Cuando llegamos estaba la ropa, con los botines abajo. ‘¿Botines?’, le preguntamos al utilero. ‘Sí, el Doctor pidió que se los dejara’, respondió. Nos cambiamos y volvimos a la oficina. ‘Siéntense. Vemos el segundo tiempo y después vamos a entrenar’, dijo Bilardo. Nos miramos con los chicos y pensábamos que estaba loco. A la medianoche no había una cancha iluminada para entrenar. Nos llevó a una punta del country, en la que apenas se veía, entramos en calor y después los paró a Lemme, a Brown y al profe en una línea de tres, para enseñarnos cómo teníamos que movernos y sortear una defensa con esa disposición. ¡Eran las 12 de la noche! Estuvimos como una hora y pico ahí, y él enseñándonos cómo levantarles la pelota a los defensores a la altura de las rodillas, y no por los costados, para superarlos y que nos cometieran penal. Bilardo es así. Un personaje”, concluyó.

EL CONTROL REMOTO DE DIOS

En 2005, el “Doctor” incursionó en la actuación: fue el protagonista del programa “Lo de Bilardo”, un show que transmitía América los domingos a mediodía, de estilo costumbrista, como el legendario “La Familia Benvenutto” de Guillermo Francella. Junto al DT participaban Rodolfo Ranni, Mariano Iudica, el Bicho Gómez y Sabrina Rojas, entre otros. Claro que, aunque no se tratara del ámbito del fútbol, el entrenador no pudo despojarse de su obsesión por ganar. Por eso, apeló a su ingenio y encontró un método para “ayudar” al programa a que creciera en el rating: compró un pack de controles remotos y, a bordo de un automóvil, a la hora señalada, recorría bares y restaurantes. Y desde la puerta o cuando los mozos se distraían, si la TV del lugar no estaba en América, “mágicamente” el canal se cambiaba. En todos los detalles. Con el pizarrón o con el control remoto, el primer trabajador.

Fuente: InfoBae

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